Desde la primera infancia nos empezamos a entrenar en la competición y en la carrera hacia la consecución de las expectativas familiares. Es una espiral de logros que nunca son suficientes y que nos hacen descender por los subterráneos de de la baja autoestima, dándonos un respiro con los sucedáneos que la sociedad llama felicidad. Nos enseñan a sobrevivir cumpliendo deseos que no se originaron en nosotros mismo pero no nos enseñaron a lidiar con el vacío que podemos sentir al dejar de satisfacer sueños ajenos, reparar derrotas antiguas que no nos pertenecen o protegernos de miedos a fantasmas que no existen ya.
Nos estrujamos durante décadas atenazados por el miedo a salir del mismo molde que nos ha aprisionado. Pensamos que perdimos nuestras capacidades y solo nos queda continuar hasta que nos bloqueamos definitivamente. Este doloroso momento es un regalo de nuestra alma que todavía nos recuerda que somos libres y es el comienzo de una nueva manera de estar en el mundo mas amorosa con nosotros mismos.
Cada vez es mas frecuente que mujeres con un elevado nivel de capacitación se sometan a si mismas a exigencias innecesarias, dificultando el desarrollo y disfrute de sus habilidades y dones. En este caso, esta joven aprende a tratarse con amor, posibilitando así el despliegue de sus potenciales y la consecución de sus logros con tranquilidad y placer.